No cabe duda de que por más difíciles que sean las circunstancias, nuestro país saldrá adelante gracias al espíritu de su capital humano, que se niega a rendirse y siempre busca transformar su realidad en busca de oportunidades para generar bienestar social.

Los anterior se refleja en las 166.000 nuevas empresas que los colombianos crearon en los primeros seis meses del año, 99,5% de ellas registradas por microempresarios que idearon nuevas oportunidades de negocio en sectores como agricultura, comercio, industria y construcción, principalmente. Es destacable, asimismo, que el 53,3% se hayan constituido generando al menos un empleo.

Una realidad que se contrapone a los designios de los arúspices que dedican sus días a predecir desastres y pregonar el pesimismo. Es cierto, son múltiples los retos que tenemos como sociedad en una realidad altamente compleja; con todo, el principal desafío será revelarnos contra quienes quieren sembrar desesperanza ya sea por cansancio, ausencia de ideas o cálculos políticos.

Es claro que el hecho de que la creación de empresas haya aumentado un 26,2% en el primer semestre con relación al mismo periodo de 2020, es una señal de reactivación económica y corrobora la dinámica emprendedora de los colombianos, que es fundamental proteger e impulsar para que el país avance en la senda de recuperación, evitando cierres y bloqueos altamente nocivos para la actividad productiva, sobre todo de los empresarios más pequeños y, por tanto, con mayor vulnerabilidad. Las empresas son fuente de bienestar social y de empleo para los colombianos por lo cual el país debe insistir en fortalecerlas y mejorar las condiciones para que puedan operar.

Y, además de propiciar que Colombia cuente con un alto emprendimiento y permanencia empresarial, es clave avanzar en eficiencia productiva para ganar espacios en los mercados. Se requiere satisfacer a consumidores cada vez más exigente o con hábitos que se transformaron en el marco de la pandemia, en un entorno mundial donde la competitividad avanza de manera constante porque el objetivo de los países es transformar de manera permanente su oferta y producir más a un menor costo.

No hay que olvidar que la competitividad no depende solo de la eficiencia empresarial sino también de factores como las instituciones, la infraestructura, la estabilidad macroeconómica, la salud y la educación básica y el entrenamiento de alto nivel, los bienes de mercado, el mercado laboral, el grado de sofisticación del mercado financiero, la tecnología, el tamaño del mercado y la innovación, entre otros, que son una plataforma para el crecimiento empresarial y el desarrollo social.

Factores en los que debemos estar concentrados como país, no en la destrucción del desarrollo logrado hasta el momento, que se ha alcanzado en procesos de años. Avanzar en estos pilares depende de alianzas público-privadas que permitan impulsarlos de una manera determinante. Pero también del convencimiento y el aporte de todos los colombianos para defender este camino, apoyar el empresarismo y promover la confianza como una apuesta con altos beneficios colectivos.

Julián Domínguez Rivera
Presidente de Confecámaras y del Consejo Gremial Nacional